El Lamento no viene a cuento – ni trae cuenta nace de una necesidad propia de compartir los recursos y herramientas que el Universo nos va poniendo en este despertar para que se vaya disolviendo esa manía de lamentarnos, de quejarnos que no lleva a ningún lado bueno, al revés. El lamento no imprime movimiento y enrarece la energía que fluye por nuestro interior, ya veis la mezcla es explosiva.
Y efectivamente, lo primero es lo primero, presentarnos. “EL LAMENTO NO VIENE A CUENTO ni trae cuenta” se gestó en una conversación entre the finder y yo a propósito de la queja continua que se oye por doquier, que en realidad no es más que echarle la culpa a otro, a la gente en general… de lo que “me” pasa.
Mi formación universitaria, como dije en otra entrada, la hice en filología hispánica pero cuando estudiaba no tenía ni idea de lo que luego iban a significar las palabras en mi vida. Fue muchos años más tarde, cuando comencé mi formación en Medicina Tradicional China que empecé a entender que la palabra CREA.
Si señor, LA PALABRA CREA. Crea realidades, crea lo que vivo ni más ni menos. Así que más nos vale poner atención a lo que decimos y cómo lo decimos porque de ahí se va a nutrir toda la experiencia vital. Y “desafortunadamente” estamos lanzando decretos al universo tales como “qué torpe soy” “no valgo para nada” “por qué me pasa esto a mí” – la queja por excelencia de este año ha sido el “por qué, por qué, por qué” de un entrenador con fama y todo – … miles y miles al día de estos decretos conforman vivencias poco gratificantes porque el universo nos devuelve en forma de aconteceres aquello que nosotros decimos, ¡incluso más allá, aquello que nosotros pensamos!!
¡¡¡Uau!!! esto da para trabajar toda la vida, tenemos tantas capas hechas sobre decretos que al principio ni siquiera oímos lo que repetimos todo el tiempo. Una vez que nos hacemos conscientes y empezamos a escucharnos decretar, ahí empieza lo bonito y empezamos a entender por qué nos pasan las cosas que nos pasan. Y eso es el princiipio del cambio, si me oigo decretar puedo “rectificar” y de ese decirlo de otra manera saldrá otra vivencia diferente. Es así, y es sencillo.
Hay muchas herramientas. La vida nos ofrece las que cada uno necesitamos para nuestro camino de evolución aquí. Pero, he ahí que las herramientas no aparecen si nuestra energía está en el lamento, en la queja, en el juicio, en el no querer ver más allá de mi dolor, en el por qué a mí, en el “con lo que yo hago y nadie me lo reconoce”…
Si resulta que somos energía – más o menos densa pero sencilla y mágicamente energía, luz – el lamento, la queja y todos sus acólitos son inhibidores del fluir de la energía, de la luz, la que me corresponde a mí y de paso de toda ella porque formamos parte de ese todo, no está nuestra energía separada de la del resto del universo. Alguna vez me imaginé a las hojas de un árbol quejarse cuando va llegando el otoño “ay, no, yo no quiero caerme, por qué tengo que caerme yo antes que todas esas, yo quiero…” y me reí por lo ridículos que debemos sonar en el Universo cuando nosotros hacemos eso 14223 veces al día.
Y resulta, además, que la palabra es una vibración, energía otra vez y esa vibración conforma realidades e incluso emociones, sentires. La queja, el lamento, es una energía que no se expande, es como si se paralizara el fluir y quisiera ir para atrás. Así que ¿qué forma? Un tapón y sobre ese tapón se van añadiendo capas y cuantas más capas se añaden más difícil se hace el fluir natural de esa energía, luz. Ese tapón forma un estancamiento según la tradición china produce síntomas varios según sea estancamiento en uno u otro órgano, si es de sangre o energía … en cualquier caso, el estancamiento traerá dolor, malestar, falta de lucidez … porque la luz no llega a todo el organismo y allí donde no llega…hay oscuridad.
Por eso, el lamento no trae cuenta. Es tirar piedras contra nuestro propio tejado. A lo bobo. Cuando algo no trae cuenta es que es mejor no hacerlo porque las consecuencias no-nos-van-a-gustar. Y si nos observáramos más a menudo, sin crítica que luego nos ponemos a observarnos y no dejamos de criticarnos o de decretar lo raros que somos o… si nos observáramos desde la contemplación veríamos que cuando nos lamentamos, nos quejamos, se va el brillo y además trae desasosiego, energía distorsionada que dice David Icke. Y esa energía distorsionada no-produce-belleza. No. Produce lo que produce: dolor, sufrimiento, no entender y por lo tanto no expresarse cada uno en lo que es de virtuoso. La flor se niega a florecer, se queda en el camino porque no le gusta el camino, no le parece el que ella se merece. ¿Os imagináis a una flor haciendo algo parecido?
Hace años cuando en algún momento me recomendaron leer a Loise Hay y sus frases para repetirlas, yo lo leía, lo repetía pero lo abandonaba enseguida porque no entendía cómo yo iba a creerme que era un ser especial si me creía la más tonta del mundo o lo que fuera. Claro, todavía no sabía-sentía que todo es energía, la palabra es energía, vibración que crea lo que dice. Ya lo decía el Génesis “y Dios dijo… Hágase la luz … y la luz se hizo”. Y como somos eso, energía vibratoria, según vibremos de una forma o de otra saldrá una sinfonía o un chirrido y luego no nos podemos quejar porque es nuestra sinfonía o nuestro chirrido y no vale decir que otros me han obligado o… si, claro, todos esos decretos de otros son capas a trabajar pero en el momento que te das cuenta de la existencia de las capas, cuando cae una otras cuantas le siguen sin más esfuerzo, van todas unidas.
Así que lamentarse no viene a cuento. No es de recibo. Cuando algo no viene a cuento es que no es necesario para la situación en la que estamos. No hay necesidad de ello. Estamos en otra cosa. Y esa “cosa” es vivir, expresar nuestra luz que es lo que somos, dejarla fluir, qué luzca. No ir contra corriente, ser como el agua – qué grande el Tao Te Ching – y no hay nudos ni tapones.
El Lamento resta. El hacer suma. Hay herramientas para salir de ese lamento y queja continua. Las hay. Cada uno encuentra las que mejor le van para su función. Aquí solo queremos ofrecer las que nosotros hemos ido encontrando en nuestro camino y que nos han ido abriendo y quitando capas. Si sirven a otros, estupendo, sino seguro que encuentran otras.