DECIR NO PARA PODER DECIR SÍ
Cuando estamos observando los “juegos” enquistados en la vida de algún paciente, lo primero que aparece como cuestión es qué hacer al respecto. “Es simple, les contesto, di NO. Pon un límite, declara que ese juego terminó aquí y que estás dispuesto a reemplazarlo por otro, más creativo, más poderoso, más abundante, más amoroso. Y hazlo tantas veces hasta que esa nueva afirmación se haga realidad”.
Porque de eso se trata: de una afirmación de ti mismo, ya que posees libertad de elección para definirte cómo quieres ser, hacer y tener. Cuando falta la instancia de la negación, navegas en las aguas turbias de la duda y el miedo. Toda clase de pensamientos y emociones anclados en el pasado inundan tu barco con actitudes y hechos que sucedieron y que son las excusas para no intentar nada nuevo, así como previsiones temerosas sobre el futuro detienen tu marcha.
Si trazas una línea y te propones dejar el pasado atrás, aprendiendo de él, y confías en que cada día encontrarás las soluciones que necesitas, podrás ir manejando tu barco con las correcciones pertinentes para llevarlo a buen puerto, mientras las aguas del presente te aseguran una navegación conectada a las estrellas. Es un SÍ a ti mismo y a la vida.
Pero, para llevar adelante ese SÍ, antes debes poder decir NO. Para ayudarte, te transcribo este poema de Hugo Finkelstein:
NO
No es no y hay una sola manera de decirlo.
No.
No.
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos.
No se dice de una sola manera.
Es corto, rápido, monocorde, sobrio, escueto.
No.
No se dice de una sola manera.
Es corto, rápido, monocorde, sobrio, escueto.
No.
Se dice una sola vez, No.
Con la misma entonación, No.
Como un disco rayado No.
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín, no es No.
Con la misma entonación, No.
Como un disco rayado No.
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín, no es No.
Un No que necesita explicaciones y justificaciones no es No.
No tiene la brevedad de un segundo.
Es un No para el otro, porque ya fue para uno mismo.
No tiene la brevedad de un segundo.
Es un No para el otro, porque ya fue para uno mismo.
No es No, aquí y muy lejos de aquí.
No no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba.
No no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba.
No es el último acto de dignidad.
No es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes.
No no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos; ni con pena y menos aún con satisfacción.
No es No, porque No.
Cuando el No es No, se mira a los ojos y el No se descuelga naturalmente de los labios.
La voz del No no es trémula ni vacilante, ni agresiva, no deja duda alguna.
Ese No no es una negación del pasado, es una corrección del futuro.
Y sólo quien sabe decir No puede decir Sí.
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