¿QUE SON LAS CREENCIAS?
Las creencias representan una adaptación al entorno que nos permite estar vinculados con él, pero que al mismo tiempo nos aísla.
Ya no vemos el entorno sino nuestras creencias.
Son filtros que tenemos entre el mundo y nuestra comprensión del mundo.
Percibimos el mundo a través de los criterios que queremos satisfacer, a través de las esperas (en el sentido de presupuestos) que deforman la realidad y modelan la percepción, selectiva, que tenemos de él.
Cuando el ser humano vive una serie de sucesos agradables, su inconsciente busca lo que es común en todo esto. Se construye a partir de ahí, y siempre va a buscar este elemento común. A partir de aquí, se construye y siempre buscará este elemento común. Si en su infancia tenía cumplidos, recibía la estima cada vez que conseguía algo, buscará siempre tener éxito en su vida.
Del mismo modo, busca el factor común en los sucesos desagradables. Esto puede ser cada vez que enseñaba sus emociones, sus padres lo criticaban, le hacían la moral, o bien lo ridiculizaban. En sus actitudes, buscará apartarse de esto: evitará hablar de sí mismo, ya no enseñará sus emociones.
Una única vivencia muy fuerte puede bastar para la instalación de una creencia, sobre todo en el niño joven en pleno aprendizaje. Cuando vuelve de la colonia, un niño descubre que su mamá dio a luz. Repentinamente, se vuelve menos importante. Esta única experiencia crea en él un sentimiento de desvalorización y una creencia que nunca hay que marcharse, porque cuando uno se va, puede uno estar sustituido.
Debemos considerar que al apartarnos de la realidad, nuestras creencias nos condicionan. La creencia opera como un filtro selectivo, a partir de una generalización, y va a colocar una distorsión entre lo real y nosotros, apoyándose en el hecho que cada ser humano está obligado a seleccionar la información, en todo lo que sucede alrededor nuestro y su historia…
Selecciona las cosas que pueden darle placer o hacerle sufrir, en función de sus creencias. Sus creencias inducen emociones, agradables o desagradables, las emociones inducen comportamientos. Las creencias pueden también inducir comportamientos que van a inducir emociones.
Somos esclavos de nuestras creencias inconscientes, constantemente. Porque casi nunca reflexionamos, conscientemente, sobre nuestras creencias. Son para nosotros verdades, evidencias. Es tan obvio que uno ya no se pregunta, ni duda. Preferimos validar nuestras creencias que volverlas a plantear.
Hay que precisar que naturalmente, hay creencias que abren, son generativas y creencias que son limitativas. Aunque sean frecuentemente, trabas terribles y la fuente de numerosos tormentos, estamos terriblemente atados a nuestras creencias. Porque son para nosotros un modo de controlar las cosas, de organizar el mundo exterior, de racionalizar. O incluso nos permiten resolver la angustia del vacío.
Las creencias son vinculadas al sentido, al sentido de la vida, de los acontecimientos. Si sucede un acto insensato en el plano político, una catástrofe natural, una enfermedad grave…
Si se tiene una creencia, por ejemplo de que tal persona está enferma porque cometió un pecado, porque está pagando culpas, porque comió tal alimento después de determinada hora, porque salió al frío descubierto, porque tomó alguna bebida con hielo, porque su sufrimiento hará unirse a la familia o cualquier otra cosa, esta creencia alivia.
Recibí un día una paciente cuyo hijo de 20 años, a quien amaba mucho, había muerto de accidente. Me decía: “Si yo supiera por qué, me sentiría mejor, si pudiera dar un sentido a esta muerte”. Este sentido haría que ya no estará frente a la angustia, frente al vacío, a lo absurdo.
Estamos tan atados a nuestras creencias porque en un momento dado, en nuestra infancia, nos ayudaron, y hemos construido un montón de cosas aquí encima. Volver a plantear nuestras creencias, sería volver a plantear todo un período de nuestra existencia, el modo en el cual hemos vivido, incluso sobrevivido.
Generalmente, el hecho de tomar conciencia de una creencia no basta para deshacerse de ella o incluso relativizarla. Es verdad que a veces sucede que, al poner una creencia en evidencia, las personas “desprograman” inmediatamente estallando de risa…
Porque de hecho la creencia había sido colocada en la infancia, con ocasión de una experiencia, luego la persona evolucionó. La creencia por así decirlo, había logrado su autonomía, se había vuelto ilógica y condicionaba a la persona. Y cuando se toma conciencia, a veces estalla de risa y ya está, se terminó, porque hizo un camino y se da cuenta que esta creencia se ha vuelto obsoleta y ridícula.
Pero otras personas quedan aferradas a sus creencias porque no tienen otras. Sólo se actúa en una creencia cuando se tiene otra de sustitución que satisface a la persona. Se trata de ensanchar las opciones, no quedarse preso de una sola creencia que puede ser tan obstaculizante.
Estas son un ejemplo de las creencias más comunes, que al no cumplirse, nos hacen sufrir innecesariamente:
- Debo permanecer con mis padres y ver por ellos en su vejez.
- Si me caso, debo entender que es para toda la vida.
- Debo mantener a mis padres en cuanto gane mi dinero.
- Debo bautizar a mi hijo, no importa si luego él cambia de religión.
- Debo entregarle mi vida a mi pareja para hacerlo (a) feliz.
- Debo tener hijos, es lo normal y correcto.
- Debo abandonar mi trabajo si deseo una familia unida.
- Debo encontrar pareja antes de determinada edad.
- Si soy el mayor, debo ver por mis hermanos menores.
- Debo depender de mi pareja y que él me mantenga.
- Si uno de mis padres muere, debo traer al otro a mi casa, sería un ingrato si no lo hiciera.
- Debo cuidar y preocuparme por mis familiares enfermos.
- Debo dar regalos, así se acostumbra.
- Si visito a alguien, debo llevar un obsequio.
- Si alguien cercano a mí tiene problemas, debo ayudarlo.
...y así como éstas, cientos de creencias que la sociedad nos ha impuesto.
En terapia, se buscará descubrir la creencia, se pedirá a la persona si quiere conservarla y se hallará otra nueva que satisfará la intención positiva de la primera.
Por fin se podrá desestabilizar la creencia limitadora tomando conciencia de que ésta no es forzosamente una ley, que puede haber contra – ejemplos, que otras personas pueden pensar diferentemente y que están en buena salud, o incluso haciendo un balance de las ventajas e inconvenientes si se llega a conservar esta creencia tal cual es.
Christian Fléche.
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